domingo, 18 de julio de 2021

Entre el 16 y 22 de julio de 1994…

Se produjeron los impactos del fragmentado cometa Shoemaker-Levy 9 en Júpiter.
Pero las preguntas previas fueron… ¿Cómo reaccionaría el gigante gaseoso? ¿Qué efectos causaría? ¿Cuáles serían las consecuencias?

Todas estas preguntas y más, se generaron entre los profesionales y aficionados de todo el mundo, quienes ni lerdos ni perezosos, se prepararon para seguir este poco frecuente fenómeno.

El cometa llevaba por nombre Shoemaker-Levy 9, dado que fue descubierto el 24 de marzo de 1993 por el matrimonio Shoemaker (Carolyn y Eugene) junto a David Levy, seguido del número 9 porque era el noveno periódico descubierto por el equipo.

Pero éste cometa tenía algo particular… lo encontraron orbitando a Júpiter y no al sol como es habitual, además, parecía tener varios núcleos. ¿Cómo era posible?

Según los cálculos realizados, éste cometa se acercó a Júpiter y por fuerza de gravedad quedó atrapado orbitándolo, pero por la fuerza de gravedad del gigante gaseosos (recordemos que Júpiter es el planeta más grande del sistema solar y para equiparar su diámetro, deberíamos clocar 11 “tierras” y media una junto a otra) cruzó el límite de Roche (un límite de equilibrio) y el tironeo de la fuerza de gravedad pudo más que nada, fragmentando al cometa en 23 pedazos, de los cuales el de mayor tamaño tenía unos 2 km.

Como perlas engarzadas o vagones de un tren, continuaron los 23 fragmentos su órbita alrededor de Júpiter, pero acortando distancias a él.

Se calculó entonces el momento en que entrarían en la densa atmósfera de Júpiter.
Aquí también debemos recordar, que los planetas “gigantes gaseosos” carecen de superficie sólida, están compuestos por diversos gases en diferentes estados (gaseoso, helado, líquido) que van formando capas y capas pero sin, reiteramos, partes sólidas en las que hacer pie.

El evento ocurriría entre los días 16 y 22 de julio de 1994.

Los telescopios del mundo apuntaron hacia Júpiter, incluido el por entonces “joven” Telescopio Espacial Hubble.

Una en contra y una a favor.
De acuerdo a todos los cálculos, los fragmentos no irían impactando a Júpiter de “frente” a nuestros ojo, si no, que lo harían en la parte de “atrás” para nuestra perspectiva.

La buena noticia, es la rápida rotación de Júpiter, ya que un “día” allí dura apenas unas 10 hs, por lo cual, el planeta rotaría y permitiría ver las huellas dejadas por lo impactos apenas unas horas después.

Tal lo calculado, se produjeron los impactos, entrando cada fragmento a una velocidad de unos 60 km/s, siendo el más importante el “G” -ya que todos por nomenclatura en orden de ese “tren”, llevaban una letra- que generó una inmensa mancha oscura de unos 8.000 km de diámetro, que podemos ver en alguna de las fotos del Hubble que ilustran, rodeado de un halo algo más claro, de unos 24.000 km de diámetros, que se cree está formado por una nube oscurecida por el material del cometa desintegrado.


Además, pudo establecerse que los impactos generaron grandes olas con velocidades de 450 m/s que atravesaron el planeta, algo que predijeron los expertos, podría suceder.
Las marcas, permanecieron por meses, hasta diluirse completamente.

Este evento, dejó varios datos interesantes a los astrónomos y científicos, marcando un mojón en la astronomía por lo poco frecuente que puede ser tener la oportunidad de ver algo así, y ha quedado en la memoria de infinidad de aficionados que intentaron y/o lograron seguir el fenómeno.

Por eso, nuestro recuerdo.


Recopilación y textos: Achernar
Fotos: T.E. Hubble (ESA/NASA) y demás observatorio.