Por Claudia C. Pérez Ferrer, su Directora
Hace exactamente 17 años, al ser invitada por una radio FM con motivo del Día de la Mujer (Radio Residencias) junto a otras mujeres para hablar de nuestras tareas y problemáticas por ser mujeres, di por primera vez a conocer, la formación de esta agrupación no formal, (luego de disuelta por diversos motivos la anterior) y nombre, destinada a acercar la astronomía a todo el mundo, como suelo decir, “en forma amena, pero no por ello menos rigurosa”.
La idea desde un principio, fue la de ayudar y compartir, más que “enseñar”.
Se puede aprender frente a un pizarrón, pero también como lo hacían los antiguos filósofos griegos, caminando por los jardines.
Un poco esta fue nuestra idea.
Pero claro, ahora, visto en el tiempo y en este cambio cultural sobre el papel de las mujeres, veo la cantidad de cosas que tuve que soportar estoicamente.
Desde dudar de mi capacidad para llevar adelante la dirección de una agrupación, o soportar el trajín de la actividad, a, y desde ya, la capacidad para la creatividad u organización de eventos astronómicos.
A esto debemos sumarle, hombres que asumiendo su “mayor capacidad” y con diversas metodologías intentaban sacarme del Museo de Ciencia Naturales, en dónde estaba a cargo del Planetario, alrededor del cual, giraban un sinnúmero de actividades (observaciones, charlas, talleres, cursos breves, certámenes y varios etc. más) para ocupar ellos con sus agrupaciones (la mayoría ya desaparecidas) mi lugar.
Algunos con la gran “generosidad” de tener ya previsto darme un cargo en caso de asumir ellos la tarea en el Museo (evidentemente, en algo les sería útil), otros con impertérrita cara saludándome en el hall del propio Museo, casi hablando de bueyes perdidos, como si nada pasara, mientras venían de presentar la propuesta para desplazarme del lugar, o aquel otro, que pensándose muy “inteligente” envió a un grupo de jóvenes a preguntarme a mí (si, a mí) cual era el mejor lugar para emplazar un observatorio y planetario en la ciudad, “sólo para un proyecto estudiantil”.
Como mi trabajo era valorado en el Museo, dichas propuestas no resultaban tentadoras y no veían razón para cambiar uno por otro, por lo que, y como suele suceder, echaron a correr el rumor de que yo permanecía allí sólo por ser “amiga” de fulano y/o de mengano.
Lo de siempre…
También me viene a la memoria, el día en que brindando un simple curso introductorio sobre astronomía observacional, con motivo de la Semana Mundial de la Astronomía, un hombre (al que tiempo después pude reconocer y ubicar perfectamente de qué agrupación venía) me interrumpió varias veces, hasta levantarse ante el estupor de los presentes, tomar de mi mano la fibra y llenar un pizarrón de números “para explicar los puntos de Lagrange”.
No comprendían ellos ni la falta de respeto, ni lo desubicado de sus “enseñanzas” en un curso más que básico de astronomía observacional, me comentaron cuando se fue. O aquellos tres hombres mayores, que venían a las reuniones semanales de astronomía e indefectiblemente terminaban hablando de otra agrupación.
Nunca lo hice y no me gustaba, así que a la tercera vez, cuando llegó el primero de ellos, aprovechando que no había más presentes para evitar tensiones, le aclaré que allí nos reuníamos para hablar de astronomía, no de lo que hacían o dejaban de hacer los demás. Para comenzar, no era ético.
Insistió diciendo que lo que pasaba es que en el otro grupo “había buenas actividades pero mal llevadas adelante, que ‘nosotros’ podíamos hacerlo mucho pero mejor”. Me enojó.
Le dije que no me interesaba saber qué hacían los demás y menos, imitarlos. La astronomía es tan amplia que no hay por qué hacer lo mismo, que ya tenía claras mis metas, estilo y objetivos.
No puedo olvidar su cara de desconcierto preguntándome en tono desilusionado: “Pero… ¡¿por qué no?!” (demostrando que, evidentemente, para ellos era lo más natural). Aunque no lo crean, no volvieron a venir ninguno de esos tres hombres a las reuniones o actividades.
Se los tragó la Tierra.
La lista podría continuar, pero también hay que hablar de lo positivo y debo agradecer a todos aquellos que valoraron la tarea y confiaron en mí para llevarla adelante. Por el respeto con el que me han tratado, en lo personal y como agrupación.
A la gente, que fue acercándose y a lo largo de estos años compartió muchas cosas, propuestas y actividades. Juntos sufrimos ante los cielos nublados y la frustración de la lluvia ante un eclipse u otro evento a observar y la inmensa alegría de todo lo que sí pudimos ver, en familia, con amigos.
A los medios, que paulatinamente fueron confiando en nuestras informaciones, datos y actividades hasta el día de hoy, 17 años después. Por el respeto por la tarea que llevamos adelante. En esta oportunidad, ante los 17 años de Achernar, opté por mencionar estas cosas, que nos pasan a todas.
Que las sufrimos y llevamos adelante a diario lo mejor que podemos.
Algunas más sutiles, otras más agresivas y no pertenecen sólo al ámbito astronómico, nos son comunes a las mujeres.
Por ello, este año, además de celebrar los 17 años de Achernar, intento hacer una reflexión sobre las pequeñas-grandes cosas que vivimos a diario las mujeres. Algo está cambiando, por suerte, en la sociedad mientras, Achernar sigue adelante y creciendo junto a todos ustedes.
Gracias.
Hace exactamente 17 años, al ser invitada por una radio FM con motivo del Día de la Mujer (Radio Residencias) junto a otras mujeres para hablar de nuestras tareas y problemáticas por ser mujeres, di por primera vez a conocer, la formación de esta agrupación no formal, (luego de disuelta por diversos motivos la anterior) y nombre, destinada a acercar la astronomía a todo el mundo, como suelo decir, “en forma amena, pero no por ello menos rigurosa”.
La idea desde un principio, fue la de ayudar y compartir, más que “enseñar”.
Se puede aprender frente a un pizarrón, pero también como lo hacían los antiguos filósofos griegos, caminando por los jardines.
Un poco esta fue nuestra idea.
Pero claro, ahora, visto en el tiempo y en este cambio cultural sobre el papel de las mujeres, veo la cantidad de cosas que tuve que soportar estoicamente.
Desde dudar de mi capacidad para llevar adelante la dirección de una agrupación, o soportar el trajín de la actividad, a, y desde ya, la capacidad para la creatividad u organización de eventos astronómicos.
A esto debemos sumarle, hombres que asumiendo su “mayor capacidad” y con diversas metodologías intentaban sacarme del Museo de Ciencia Naturales, en dónde estaba a cargo del Planetario, alrededor del cual, giraban un sinnúmero de actividades (observaciones, charlas, talleres, cursos breves, certámenes y varios etc. más) para ocupar ellos con sus agrupaciones (la mayoría ya desaparecidas) mi lugar.
Algunos con la gran “generosidad” de tener ya previsto darme un cargo en caso de asumir ellos la tarea en el Museo (evidentemente, en algo les sería útil), otros con impertérrita cara saludándome en el hall del propio Museo, casi hablando de bueyes perdidos, como si nada pasara, mientras venían de presentar la propuesta para desplazarme del lugar, o aquel otro, que pensándose muy “inteligente” envió a un grupo de jóvenes a preguntarme a mí (si, a mí) cual era el mejor lugar para emplazar un observatorio y planetario en la ciudad, “sólo para un proyecto estudiantil”.
Como mi trabajo era valorado en el Museo, dichas propuestas no resultaban tentadoras y no veían razón para cambiar uno por otro, por lo que, y como suele suceder, echaron a correr el rumor de que yo permanecía allí sólo por ser “amiga” de fulano y/o de mengano.
Lo de siempre…
También me viene a la memoria, el día en que brindando un simple curso introductorio sobre astronomía observacional, con motivo de la Semana Mundial de la Astronomía, un hombre (al que tiempo después pude reconocer y ubicar perfectamente de qué agrupación venía) me interrumpió varias veces, hasta levantarse ante el estupor de los presentes, tomar de mi mano la fibra y llenar un pizarrón de números “para explicar los puntos de Lagrange”.
No comprendían ellos ni la falta de respeto, ni lo desubicado de sus “enseñanzas” en un curso más que básico de astronomía observacional, me comentaron cuando se fue. O aquellos tres hombres mayores, que venían a las reuniones semanales de astronomía e indefectiblemente terminaban hablando de otra agrupación.
Nunca lo hice y no me gustaba, así que a la tercera vez, cuando llegó el primero de ellos, aprovechando que no había más presentes para evitar tensiones, le aclaré que allí nos reuníamos para hablar de astronomía, no de lo que hacían o dejaban de hacer los demás. Para comenzar, no era ético.
Insistió diciendo que lo que pasaba es que en el otro grupo “había buenas actividades pero mal llevadas adelante, que ‘nosotros’ podíamos hacerlo mucho pero mejor”. Me enojó.
Le dije que no me interesaba saber qué hacían los demás y menos, imitarlos. La astronomía es tan amplia que no hay por qué hacer lo mismo, que ya tenía claras mis metas, estilo y objetivos.
No puedo olvidar su cara de desconcierto preguntándome en tono desilusionado: “Pero… ¡¿por qué no?!” (demostrando que, evidentemente, para ellos era lo más natural). Aunque no lo crean, no volvieron a venir ninguno de esos tres hombres a las reuniones o actividades.
Se los tragó la Tierra.
La lista podría continuar, pero también hay que hablar de lo positivo y debo agradecer a todos aquellos que valoraron la tarea y confiaron en mí para llevarla adelante. Por el respeto con el que me han tratado, en lo personal y como agrupación.
A la gente, que fue acercándose y a lo largo de estos años compartió muchas cosas, propuestas y actividades. Juntos sufrimos ante los cielos nublados y la frustración de la lluvia ante un eclipse u otro evento a observar y la inmensa alegría de todo lo que sí pudimos ver, en familia, con amigos.
A los medios, que paulatinamente fueron confiando en nuestras informaciones, datos y actividades hasta el día de hoy, 17 años después. Por el respeto por la tarea que llevamos adelante. En esta oportunidad, ante los 17 años de Achernar, opté por mencionar estas cosas, que nos pasan a todas.
Que las sufrimos y llevamos adelante a diario lo mejor que podemos.
Algunas más sutiles, otras más agresivas y no pertenecen sólo al ámbito astronómico, nos son comunes a las mujeres.
Por ello, este año, además de celebrar los 17 años de Achernar, intento hacer una reflexión sobre las pequeñas-grandes cosas que vivimos a diario las mujeres. Algo está cambiando, por suerte, en la sociedad mientras, Achernar sigue adelante y creciendo junto a todos ustedes.
Gracias.